El peligroso éxodo por mar hacia Estados Unidos sigue siendo, para miles de personas, algo más que una alternativa: para muchos se ha convertido en el único camino posible para intentar alcanzar el anhelado “sueño americano”. A pesar de que los números de interdicciones marítimas no se pueden comparar con la magnitud de los encuentros en la frontera Sur, la persistencia de estos viajes evidencia que la ruta marítima continúa activa, y profundamente vinculada al desespero, la precariedad y la falta de opciones seguras.
Rutas irregulares hacia y a través del Caribe con rumbo a Estados Unidos
Según el Proyecto Migrantes Desaparecidos OIM, existen varias rutas migratorias marítimas en el Caribe que conducen principalmente a Estados Unidos y que como todas las travesías irregulares son peligrosas. Los migrantes que las utilizan corren el riesgo de ahogarse en naufragios y quedar varados en el mar. Un camino conocido en el Caribe se extiende desde Cuba hasta el estado de la Florida. Aunque en la actualidad es menos utilizada, en comparación con décadas anteriores, los migrantes siguen arriesgando su vida al intentar cruzar, a menudo en embarcaciones improvisadas e innavegables.
Otra ruta migratoria marítima que ha cobrado importancia en los últimos años para llegar a los Estados Unidos conecta la costa caribeña venezolana con las islas del Caribe, en la que se cruza el Pasaje de la Mona, un estrecho de 130 km entre República Dominicana y Puerto Rico, y que es utilizada frecuentemente por migrantes dominicanos, pero también venezolanos, cubanos y haitianos, que enfrentan graves riesgos de muerte, especialmente si utilizan embarcaciones no aptas para la navegación que podrían hundirse o volcar en el océano.
La frontera marítima entre México y EE. UU.: el eslabón olvidado en el debate migratorio
La frontera marítima entre Estados Unidos y México, comprendida principalmente por las aguas del Golfo de México (Golfo de América) y zonas cercanas a la costa de Texas, se ha convertido en un corredor migratorio silencioso pero persistente. Aunque históricamente la atención mediática y política se ha concentrado en la frontera terrestre, el tránsito irregular por vía marítima se ha mantenido, debido a la intensidad de los controles en tierra y a la diversificación de las rutas utilizadas por los traficantes de personas.
El fenómeno migratorio en esta frontera se caracteriza por un constante peligro, debido a la combinación de corrientes impredecibles, barcos sin condiciones de seguridad, redes criminales y poca visibilidad que provoca naufragios, desapariciones y rescates diarios.
Las redes de tráfico marítimo han sabido aprovechar la expansión del control en la frontera terrestre Sur para hacer negocio con la necesidad de quienes sueñan llegar al país, utilizando lanchas rápidas, embarcaciones de pesca o incluso motos acuáticas para transportar migrantes desde puntos costeros de México hacia EE. UU.
Esta modalidad incrementa los costos para las personas migrantes, eleva los riesgos y multiplica los casos de explotación, extorsión y violencia. Lo que claramente criminaliza a quienes son rescatados o detenidos en el mar, especialmente si se tiene en cuenta que muchos huyen de situaciones de persecución o crisis humanitarias en Centroamérica, el Caribe o Sudamérica.
Una frontera sin sincronía: operaciones unilaterales y ¿pocos recursos?
La coordinación binacional entre Estados Unidos y México para el control de esta frontera marítima sigue siendo bastante limitada y muchas operaciones se realizan de manera unilateral en cabeza de la Guardia Costera de Estados Unidos (USCG), que es la encargada de adelantar operaciones de interdicción, búsqueda y rescate, así como de repatriación.
Muchas organizaciones humanitarias han sido críticas de su papel debido a la falta de transparencia en los procesos de devolución y el acceso limitado a los solicitantes de asilo que podrían tener protección internacional.
A pesar de esto, el tráfico marítimo revela un fenómeno más amplio y es que la migración forzada está adaptándose a cualquier espacio fronterizo que ofrezca una posibilidad de cruce, por mínima o riesgosa que sea. Las rutas marítimas son un reflejo de cómo la militarización fronteriza no detiene los flujos, sino que los empuja hacia geografías cada vez más extremas.
Desde 2023, en un documento enviado al congreso por parte de agencias de seguridad del estado de EE. UU., se advertía que las rutas marítimas seguían representando “una zona gris” difícil de controlar con las herramientas clásicas de control migratorio terrestre.
El documento titulado “Guardianes del Mar: Análisis de las iniciativas de la Guardia Costera en materia de control de drogas, migración ilegal y pesca hablaba de miles de personas migrantes interceptadas por esta vía (inmigración irregular), pero también de la priorización de recursos que venía generando tensiones operativas.
En sus argumentos se mencionaba que la interdicción marítima conllevaba problemas estructurales como: patrullajes limitados, desafíos de jurisdicción, falta de acuerdos internacionales sólidos para gestión de flujos de migrantes interceptados y una sobrecarga institucional ante el aumento de eventos de rescate e intercepción.
Además, allí se reivindicaba la necesidad de mayor financiación para equipamiento, patrullaje, tecnología de detección e infraestructura marítima como clave para mantener “la integridad de la frontera marítima”.
Aunque en un análisis de presupuesto que conocimos se informó que la “solicitud” para el año fiscal 2025 era de alrededor de US$ 13,800 millones para recapitalización de activos navales, construcción de nuevos buques (cutters y patrulleras), mantenimiento de embarcaciones, sustitución de equipos y mejora de capacidades operativas, a ciencia cierta no se tiene certeza de cuánto fue la apropiación para su operación.
El mar: la frontera que no baja la guardia
En esta investigación analizo por qué, en pleno 2025, el mar sigue siendo un corredor de alto riesgo que no deja de cobrar vidas y cómo, según el análisis de comunicados de prensa emitidos por la Guardia Costera de Estados Unidos, los niveles de interdicción se mantuvieron estables durante 2025 en comparación con el año 2024.
Un reporte oficial, publicado en noviembre pasado, señaló que el año fiscal 2025 registró el nivel más bajo de aprehensiones en la frontera terrestre suroeste desde 1970, con sólo 237.538 detenciones entre puertos de entrada a lo largo del año.
En contraste, pero no menos importante, al compilar y analizar las cifras de interdicción, repatriación o captura de migrantes reportadas en comunicados de prensa por la Guardia Costera de Estados Unidos en su página, encontré que, independiente de que sea un número reducido, los encuentros con migrantes en aguas fronterizas durante este año siguen siendo prácticamente los mismos que en 2024 y un poco menos que en 2023.
¿Qué dicen las cifras?
En 2023, la USCG reportó la interdicción de 997 migrantes, una cifra que disminuyó a 880 en 2024 y que en 2025 llega ya a 838. Aunque se observa una reducción aproximada del 16 % en dos años, el descenso no es abrupto, lo que sugiere que la migración por vía marítima continúa activa pese al incremento de controles y riesgos.
Entre el 31 de enero y noviembre de 2024, la Guardia Costera interceptó 880 inmigrantes procedentes especialmente de República Dominica y Haití, según los registros de prensa que relacionan algún tipo de interdicción, repatriación o captura de migrantes.
Por su parte entre el 6 de enero y el 13 de noviembre de 2025, la agencia de seguridad marítima tuvo 838 encuentros con migrantes, principalmente de República Dominicana, México y Cuba, es decir, tan solo un 5 % menos que los registros de 2024.

Lo que muestran estos números de personas interdictas por la Guardia Costera de Estados Unidos entre 2023 y 2025 es una tendencia descendente pero estable en los flujos marítimos irregulares.
Los datos respaldan un fenómeno importante y es que este tipo de corredor sigue operando como una alternativa para quienes buscan alcanzar territorio estadounidense, incluso cuando las condiciones de navegación son peligrosas y las operaciones de vigilancia se han intensificado.
Comportamiento durante 2025
El comportamiento de interdicción, repatriación o captura de migrantes reportados en comunicados de prensa por la Guardia Costera de Estados Unidos durante 2025 en su página, nos muestra un comportamiento irregular, con meses de actividad moderada o baja, contrastando con picos de gran magnitud.
Durante la primera mitad del año, las cifras se mantuvieron un poco más estables: enero (59), marzo (65), abril (74) y junio (49), mientras que febrero destacó como el mes más activo del primer semestre con 132 interdicciones.
Sin embargo, septiembre registró un salto abrupto que llegó hasta las 355 interdicciones, convirtiéndose en el mes con mayor actividad de todo el año y superando por gran margen al resto del periodo. La caída posterior en octubre (66) y noviembre (12) revelan que el incremento no fue sostenido, sino excepcional.
Es importante destacar que durante septiembre (parte de la temporada alta de intentos de travesía por mar tras huracanes y condiciones de mar más favorables) se observa un patrón de mayor frecuencia de embarcaciones partiendo desde Haití, República Dominicana y el Caribe hacia aguas controladas por EE. UU., lo que coincide con varios reportes oficiales de interdicciones con muchos migrantes.
Estas cifras nos muestran que aunque la magnitud anual de interdicciones no es tan alta como la registrada en la frontera terrestre, la ruta marítima sigue siendo dinámica e impredecible.

El costo humano y emocional de intentar cruzar el continente
La travesía hacia Norteamérica no solo es una odisea; es un camino que, para miles de personas, se convierte en una sentencia trágica. Según el Proyecto Migrantes Desaparecidos de la OIM, al menos 11.358 personas han muerto o desaparecido desde 2014 mientras intentaban avanzar hacia el Norte del continente. Detrás de cada cifra hay historias de madres, jóvenes y familias enteras, pero lo más cruel es que estas desapariciones ocurren sin distinción de estatus legal, recordando que el riesgo es el mismo para todos.
La región de las Américas, entendida como América del Sur, América Central, América del Norte y el Caribe, se caracteriza por flujos migratorios mixtos, complejos y dinámicos, tanto intrarregionales como extrarregionales. Entre las personas que transitan por estos territorios están refugiados, solicitantes de asilo, migrantes en búsqueda de mejores condiciones económicas, visitantes de corta duración, entre otros.

Las cifras del Proyecto Migrantes Desaparecidos OIM revelan una tendencia alarmante: durante la última década, las Américas y el Caribe han vivido un creciente saldo mortal de personas migrantes desaparecidas o fallecidas. Desde 2014, cuando se registraron 618 casos, las cifras muestran un ascenso constante que evidencia el peligro de las rutas irregulares y la intensificación de las crisis humanitarias.
El periodo de 2021 a 2023 marca el punto más crítico de la última década. En 2021 se contabilizaron 1,401 casos, cifra que se disparó a un máximo histórico de 1,528 muertes y desapariciones en 2022, para mantenerse en niveles similares en 2023 con 1,413 casos. Este pico coincide con el aumento de flujos mixtos de venezolanos, haitianos, ecuatorianos y centroamericanos, así como con el recrudecimiento de controles fronterizos, rutas más peligrosas como el Tapón del Darién y el cruce marítimo hacia EE. UU.
2024–2025: ¿Descenso real o subregistro?
Aunque en 2024 se observa una reducción a 1.272 casos y para 2025 un descenso preliminar a 343, este aparente alivio debe leerse con cautela. Organismos internacionales advierten que esta variación suele estar asociada a subregistros, cambios en los patrones de tránsito, o a que muchas desapariciones tardan meses en documentarse.
El mar: la ruta mortal que miles se ven obligados a tomar
Las causas de la migración y el desplazamiento son multifacéticas e incluyen desastres naturales, violencia estructural, pobreza y desigualdad. Sin embargo, las personas que carecen de la documentación adecuada, según requisitos de entrada de los países de tránsito y el país final de destino, deben hacer este desplazamiento de forma irregular, lo que significa que deben tomar rutas y medios de transporte peligrosos para evitar ser detectadas.
Cruzar la frontera entre México y Estados Unidos presenta múltiples riesgos. Esta se extiende por 3,145 kilómetros y atraviesa terrenos bastante desafiantes. Aproximadamente 1,045 km de la frontera están custodiados por un muro fronterizo que separa ambos países.
Los migrantes que cruzan a Estados Unidos intentan evitar ser detectados y deportados por la Patrulla Fronteriza, así como dentro de la zona de 100 millas que se extiende hacia el Norte y donde también hay puestos de control.
Por eso muchos de ellos prefieren arriesgar su vida para lograr el objetivo, incluso si esa travesía es por agua. Las principales causas directas de muerte identificadas en las Américas y El Caribe son por ahogamiento según el último estudio del Proyecto Migrantes Desaparecidos OIM.
Las rutas migratorias en el Caribe tienen el segundo mayor número de muertes y desapariciones de migrantes registradas en la región después de la frontera entre Estados Unidos y México, con 800 muertes registradas entre 2014 y 2020. La principal causa es el ahogamiento en naufragios, la mayoría de los cuales han resultado en la muerte o desaparición de decenas de personas.
Cuando la esperanza naufraga
De las 11,358 personas que han muerto o desaparecido desde 2014 mientras intentaban avanzar hacia el Norte del continente, 3,839, es decir, el 34 % ha sido por ahogamiento en la ruta migratoria marítima de Centroamérica hacia Estados Unidos. Otras 3,374, por origen desconocido, 1.743 por condiciones ambientales adversas, 1.322 en accidente, 548 por violencia, 280 muerte accidental y 252 por enfermedad.
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Hasta el 10 de noviembre de 2025 el estudio adelantado por el Proyecto Migrantes Desaparecidos OIM, registraba que de las 343 personas muertas y/o desaparecidas reportadas en 2025, aproximadamente 98 fueron por ahogamiento, es decir, cerca del 29 % del total.
Esto nos indica que el avance de la migración clandestina por mar no es circunstancial, sino consecuencia directa del cierre progresivo de las rutas terrestres tradicionales. A medida que la frontera entre México y Estados Unidos se militariza y endurece, miles de personas se ven forzadas a buscar alternativas cada vez más riesgosas.
La ruta marítima está lejos de dejar de ser un corredor migratorio improvisado y frente a este panorama, el reto para los gobiernos es inmediato y debería enfocarse en dejar de centrar las políticas migratorias exclusivamente en la frontera terrestre y más bien reconocer, regular y monitorear con urgencia las rutas marítimas.
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